Atunes rojos o de aleta azul, contaminados
con radiactividad que se filtró de la planta nuclear
de Fukushima (Japón), cruzan el océano Pacífico
y llegan a las costas de Estados Unidos,
donde se los pesca en las costas de California
La investigación
Un equipo de científicos pertenecientes a la Universidad de Stanford, presentó un estudio internacional publicado en la revista Proceedings de la Academia de las Ciencias de Estados Unidos (Pnas), sobre contaminantes radioactivos de Cesio 134 y 137 en la superficie y aguas subsuperficiales, así como en el zooplancton y diferentes especies de peces, procedente de las centrales nucleares de Fukushima Dai-ichi, Japón.
Es la primera vez que se sabe que este enorme pez migratorio transporta radiactividad a esa distancia: 9. 656 kilómetros.
El área de estudio en el Océano Pacífico Norte abarcó una superficie de 150,000 km2.
La contaminación se produjo debido a que las aguas utilizadas para enfriar los reactores, se escaparon de los edificios y se derramaron directamente en la costa, produciendo la contaminación que alcanzó su punto máximo a principios de abril de 2011, en más de 50 millones de veces de los niveles que preexiste en el océano de Cs137.
Cinco meses después del desastre en Fukushima, Fisher, de la Universidad Stony Brook en Nueva York y un equipo de investigadores, decidieron examinar los atunes rojos capturados en las costas de San Diego. Para su sorpresa, las muestras de tejido de los 15 atunes pescados contenían niveles de dos sustancias radiactivas -cesio 134 y cesio 137- que eran más altas que en las anteriores, superando en un tres por ciento los niveles naturales.
Los investigadores explicaron que los atunes pueden metabolizar y expulsar sustancias radiactivas, a medida que crecen y nadan de un lugar a otro, pero no pueden expulsarlas por completo.
Para descartar la posibilidad de que la radiación fuera arrastrada por las corrientes oceánicas o depositada en el mar a través de la atmósfera, el equipo también analizó el atún aleta amarilla que se encuentra en el Pacífico oriental y el aleta azul que migró a las aguas frente al sur de California antes de la crisis nuclear.
El cesio-134 detectado tiene una vida media de dos años y los resultados “fueron inequívocos, Fukushima fue la fuente”, dijo Ken Buesseler, de la Institución Oceanográfica Woods Hole, quien no participó en la investigación.
Antes del accidente, no se registraron trazas de cesio134 en los ejemplares de atún que llegaban a las costas estadounidenses. Por eso, “el estudio de este año contará con una muestra más amplia de peces, edades y tamaños”, dijo el ecologista marino de la Universidad de Stanford, Dan Madigan.
Alimento
Según el equipo de investigadores de Stanford, liderado por Daniel Madigan, los valores medidos en los atunes están por debajo del límite de 100 becquereles por kilogramo de pescado establecido por el gobierno japonés. (Becquerel o bequerelio es una unidad de medida de actividad radiactiva del Sistema Internacional, de símbolo Bq, que equivale a la actividad de una fuente radiactiva en la que se produce una transformación o una desintegración nuclear por segundo).
El científico Marc-Oliver Aust, del Instituto de Ecología Pesquera de Hamburgo, afirmó que la carga de cesio medida en Estados Unidos no constituye un peligro para el ser humano.
El gobierno de Japón señaló que necesita más información antes de someter a debate el posible control internacional de productos radioactivos de pescado, tras el hallazgo de atún contaminado en la costa sur de California.
El secretario jefe del Gabinete del gobierno nipón, Osamu Fujimura, declaró que el gobierno conducirá su propia supervisión mientras recaba información.”Todavía no hemos revisado toda la investigación de este atún migrante encontrado en la costa sur de California. Al parecer tendremos que tratar el tema de la supervisión internacional de los suministros de productos de pescado pero necesitamos reunir más información antes de determinar cómo manejaremos el asunto”.
Los científicos especulan que tortugas, tiburones y aves marinas también podrían tener iones radioactivos y transportarlos por diferentes áreas del Océano Pacifico.
por Norberto Ovando, presidente de la Asociación Amigos de los Parques Nacionales (Aapn). Experto Comisión Mundial de Áreas Protegidas (Wcpa de la Uicn). Red Latinoamericana de Áreas Protegidas (Relap), especial para AIM.
Fuente: AIM Digital
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