Si logramos enseñar a nuestros niños el goce del viento en la cara, la lluvia, el sol, el encantamiento de los ruidos del monte, del agua, de los paisajes infinitos y de otras tantas sensaciones que nos regala la naturaleza, difícilmente se sentirán luego atraídos por otras actividades que corrompen su pensamiento, su cuerpo y su alma.
Por ello, si usted es un fanático de la pesca, nada mejor que enseñar esta noble actividad a su hijo, nieto, sobrino o vecinito. Por supuesto, deberá tener en cuenta que como todo proceso de enseñanza aprendizaje, supone una gran dosis de paciencia, bastante tiempo y mucho cariño por nuestro alumno.
A todos los chicos, desde muy pequeños, les encanta pescar y sin dudas mostrarán mucho interés; pero esta natural predisposición de los chicos no debe ponernos demasiados ansiosos ni debemos presionarlos con el aprendizaje de forma tal que la salida se torne en un mal recuerdo para los niños.
El aprendizaje comienza con los preparativos de su salida de pesca.
Indudablemente cuando nos vean preparar la caja de pesca, con su natural curiosidad, comenzarán a atosigarnos de preguntas ¿Esto qué es? ¿Esto para qué sirve? Y otras cientos por el estilo.
Paciencia, mucha paciencia y responder de una manera sencilla, nada de explicaciones técnicas.
En las primeras excursiones con los chicos existe algo que es primordial: tienen que pescar, no importa la especie, pero deben capturar la mayor cantidad posible de peces.
Para los chicos lo que cuenta es la cantidad. Por eso, si es necesario empuñe el boguero, el tarrito de las lombrices y a pescar mojarritas!
Nada aleja a un niño de la pesca como un día sin piques.
Tampoco debemos pensar que se conforme con sacar un pez que previamente clavamos nosotros, son chicos pero no son tontos y se dan cuenta de que al pez lo capturó papá.
El equipo de pesca debe ser acorde a su físico. Es un error darle al chico el equipo de pesca que descartamos y con el cual nos es difícil pescar nosotros mismos.
Por último recuerde: los chicos tienen un período de atención muy corto y hacen cosas de acuerdo a sus posibilidades físicas y nivel de razonamiento.
Es probable que quieran pescar y a los quince minutos dejen la caña en el piso para correr detrás de la pelota. Es natural y así debe ser porque son chicos.
En estos tiempos de caras largas, preocupaciones, poco tiempo compartido, una salida de pesca con los chicos suele ser un gran remedio para muchos males, de los grandes y de los niños.
Un bagrecito agitándose en la punta de la línea, un gran fuego de campamento, una noche en carpa con el papá, comer al aire libre sin tantos requisitos como en la casa, son experiencias propias de la pesca que seguramente serán recordadas por siempre, y esto es ya mucho argumento como para que no dudemos en hacerlo.
Fuente: tandildiario.com
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