jueves, 29 de marzo de 2012

Víctor Heredia: un pescador mosquero de buena madera


 El genial artista nos cuenta como nació su pasión 
 por la pesca con mosca 



por Wilmar Merino
para Viva la Pesca de Diario Popular

Nació en plena Capital Federal, en el barrio de Monserrat, calle Salta esquina Belgrano, justo frente a la iglesia de Nuestra Señora de Monserrat. 

Pero cuando tenía 8 años, su familia se mudó a Paso del Rey. 
Allí estaba el río Reconquista, su primera escuela de pesca en tiempos donde la contaminación recién empezaba a matar el río. 

Bagres, Tarariras y Anguilas fueron sus primeras capturas. 

Y el largo río de la vida llevó a ese chiquilín a convertirse en uno de los cantautores insoslayables a la hora de hablar de músicos populares argentinos. 
Hablamos de Víctor Heredia, pescador de ley, cuya pasión actual pasa por la pesca con mosca, vicio que despunta en los lagos del Sur en compañía de sus hijos, repitiendo la historia familiar que su padre hizo con él de pibe. 

“Esta pasión era de mi padre y la disfrutábamos juntos cada vez que teníamos vacaciones en la costa atlántica. A él le encantaba llevarme y siempre me ponía una caña en la mano. Me enseñó a armar los equipos, a cuidar el reel, a limpiarlo después de un salida. Hacíamos pesca de costa en Mar del Plata, en Necochea y Mar Chiquita. Después, cuando las cosas no le funcionaron económicamente a mi familia, cambiamos el mar por el río y nos íbamos en una carpita al Paraná de las Palmas. Ahí nos pasábamos dos o tres días. A mis padres les encantaba el aire libre así que siempre compartíamos programas de ese tipo. Pero mi papá fue mi iniciador, su propuesta se hizo carne en mí y ahora la repito con mis hijos”.

Tras una etapa donde la música ocupó el centro de su vida, descubrió en un viaje al Sur la pesca con mosca. Y quiso aprender. “Tomé un curso de pesca con mosca y desde entonces la abracé con pasión. Y hoy me gusta con locura. Es una pesca extraordinaria, de mucha sutileza. 

Marcelo Illodo, de Villa la Angostura, que fue campeón sudamericano de pesca con mosca, fue un gran profesor, no sólo en la técnica, sino en la filosofía del mosquero. 

Yo, por ejemplo, no mato una sola trucha. Si tengo ganas de comerla voy a un restaurante. 

En aquel momento, años 84 u 85, estuve con él varias semanas de toda una temporada instruyéndome y luego salimos a pescar al Pichi Traful y demostré que tenía capacidad, que podía tirar con el revés o esquivar los árboles. ¡¡¡Y pesqué!!! 

Lo más sorprendente para un novato es ver que él también puede pescar. Sacar mi primera Trucha fue muy fuerte, porque yo me había dado cuenta de que esto es un pasatiempo hermoso pero podía ser mucho más divertido con un pez detrás de la línea. Y se tarda en pescar. 

Pero después arranqué con mucho ímpetu. Cuando estuve solo me costó, y traté de recordar todos los pasos, como que el bicho no te vea, tratar de presentar bien la mosca, y ver si en el entorno hay eclosión de determinado insecto para tratar de imitarlo con tu mosca. En fin, una enorme cantidad de cuestiones que tienen que ver con la sutileza de la técnica. 

Luego, la primera grande que pesqué la cobré en el río Grande de Valle Hermoso, cerca de Las Leñas. Ahí pesqué una Trucha de 4,5 kilos, una bestialidad”. 

“Siempre viajo a San Martín de los Andes, incluso me construí una cabaña pequeñita para estar con mi familia cuando voy. Hay que ir al Sur, reactivar esa economía tan golpeada por lo de las cenizas volcánicas.

Yo estuve allí hace poco y las truchas están con una combatividad extraordinaria. Están gordas, con muchísima fuerza. Por eso hay que cuidar mucho ese patrimonio. Mucha gente va y depreda, no tiene conciencia. No presta atención a las indicaciones de los permisos de pesca. Es lamentable ver gente pescando con carnada haciendo spinning en lugares prohibidos y matan sin ninguna compasión”. 

"El año pasado debuté con el Dorado en Itatí, pescando Dorados en el Paraná y también Pacúes, con la misma mosca que usamos para el Dorado. Lo bueno es que dimos con un guía que tiene la misma filosofía que nosotros, llamado Peto. El no te deja matar un solo bicho. Me parece extraordinario, porque la razón de su trabajo es cuidarlo. 

Y por otra parte, los paquetes estàn tan completos y bien armados que no tiene sentido matar peces.



-Me hablaste de repetir las historias familiares y de que uno tiende a circular por los mismos caminos por donde pasaron sus ancestros. ¿Vos inculcaste esta pasión por la pesca a tus hijos?

-Tengo tres varones y dos mujeres. Los tres varones, Lautaro de 29, Tahiel de 20 -que ata moscas- y Camilo de 9, son mosqueros y pescadores que devuelven. 

Cuando hacen campamento, siempre van a pescar. El otro día Lautaro me contó compungido que en uno de sus campamentos se les habían acabado las hamburguesas, no tenían qué comer y él pescó una trucha y se la comieron. Bueno, una no pasa nada, pero le dolió sacrificarla. Los tres tienen esa conciencia. 

Los tres buscan también el Sur. Los dos grandes se van solos y el chiquito vive preguntado “¿cuándo vamos a la casita de la montaña?”. Ves, las historias se repiten.

-No solamente practicás la pesca con mosca sino que difundís sus bondades: hace poco te tocó prologar un libro de pesca con mosca...
-Sí, acabo de escribir un prólogo para otro gran amigo mosquero y profesor de pesca con mosca que es Mariano Ravizza. El sacó un libro sobre técnica de mosca y yo escribí un prólogo hablando de la razón o el porqué uno se hace pescador con mosca y disfruta de eso. 

Y la filosofía es maravillosa, porque la adquirís con la experiencia: uno entra a la mosca todavía con espíritu depredador. Pero cuando estás en el lago, con el agua al pecho y sentís lo que te rodea, el silencio, el sonido de los pájaros y hasta una mariposa aleteando detrás tuyo, entendés que todo eso lo tenés que cuidar. 

O sea, no hay ninguna otra razón por la cual vos estás ahí. El pescado puede estar o no, eso es harina de otro costal. Pero si te toca pescar, después viene el respeto por ese bicho que tanto buscaste. De eso hablo en ese prólogo.

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